22 de Mayo

OFF JOKES | MEMORIA HISTÓRICA

80 aniversario de la mayor fuga de presos políticos en la historia de España

795 presos republicanos se evadieron el 22 de mayo de 1938 del Fuerte de San Cristóbal

“Cogí un cepillo para limpiar la manta,

llené 3 platos de piojos”

Agapito Galindo, Preso Nº 1675

El 22 de mayo de 2004 tuvieron lugar en España dos actos que ejemplifican a la perfección las contradicciones de la lucha de clases. El primero, una boda a la que acudieron nobles, aristócratas, casas reales europeas, empresarios y demás personajes de lo que damos en llamar alta sociedad. En el segundo, mucho más digno, supervivientes y familiares de los presos del penal de San Cristóbal subían por la ladera del monte Ezkaba, a escasos kilómetros de Pamplona, para rendir homenaje a los presos que pasaron por aquel infierno de hormigón y ladrillo, en su mayoría sindicalistas, comunistas, socialistas y anarquistas.

El fuerte de San Cristóbal fue diseñado y construido entre finales del s XIX y principios del XX al comprobarse durante la Tercera Guerra Carlista la vulnerabilidad de la ciudad de Pamplona a los bombardeos desde el monte de Ezkaba. Para su construcción se voló la cima del monte, lo que permitió que los edificios quedaran ocultos desde el exterior. La aparición de la aviación militar dejó obsoleto el fuerte como estructura defensiva, por lo que nunca llegó a usarse como tal. Sin embargo en 1934 tras la revolución de Asturias, comenzó a usarse como prisión con la llegada de cerca de un millar de revolucionarios que participaron en la fracasada intentona en defensa de la República, amenazada por la entrada en el gobierno de la CEDA. Desde el principio los presos denunciaron las malas condiciones higiénicas y sanitarias y la falta de comida.

La amnistía decretada por el gobierno del Frente Popular tras su victoria electoral en febrero de 1936 liberó a más de 400 presos políticos pero San Cristóbal se llenó de nuevo tras el fracasado golpe de Estado del 18 de julio y la guerra civil que le siguió. Navarra quedó en poder del bando alzado contra el gobierno legítimo y el penal volvió a ser destino de comunistas, socialistas, anarquistas y sindicalistas, cerca de 5000 en algunos momentos. Las condiciones de vida no hicieron más que empeorar: los presos dormían literalmente sobre el agua por las filtraciones inherentes a la construcción del edificio, los piojos y las chinches hacían fortuna en las carnes de los presos, la ausencia de asistencia médica (la aspirina era la solución para cualquier dolencia) hacía que las muertes por tuberculosis estuvieran a la orden del día pese a que San Cristobal fue considerado penal sanitario y presos enfermos eran trasladados allí desde otras cárceles. La falta de comida se agudizó ya que el director de la prisión vendía fuera la comida destinada a los presos “en el potaje de garbanzos que nos daban de comer, un día contamos 79 garbanzos para unos 40 presos” Las ejecuciones extrajudiciales se hicieron frecuentes, se dejaba en libertad a algún preso y se le disparaba por la espalda cuando caminaba monte abajo. Un superviviente cuenta que de los 500 presos gubernativos, pendientes de juicio, que compartían galería con él, solo 80 llegaron a ser juzgados “pasábamos las noches en vela esperando ver la salida del sol porque los fusilamientos eran antes del amanecer, ver el sol significaba que viviríamos un día mas”. Se calcula que 1 de cada 5 presos que pasaron por San Cristóbal murieron entre sus muros o sus alrededores, enfermos o fusilados, por lo que las laderas de Ezkaba están sembradas de fosas comunes, algunas de las cuales fueron exhumadas ya en 1979 por los propios familiares de los fallecidos. Merece ser mencionado el llamado “cementerio de las botellas” en el que los cuerpos eran enterrados con una botella entre las piernas en la que se metía un papel con el nombre y origen del fallecido por iniciativa de uno de los capellanes del penal: “uno de los capellanes era una gran persona pero el otro nos daba misa, de obligada asistencia, con uniforme militar y la pistola en el cinto y nos decía que si por él fuera, estaríamos todos muertos”.

En estas circunstancias la frase pintada en uno de los muros “si se visitasen los establecimientos penales de los distintos países y se comparasen sus sistemas con los nuestros, puedo aseguraros sin temor a equivocarme que no se encontraría régimen tan justo católico y humano como el establecido por nuestro movimiento para nuestros presos” firmada por Franco, solo podía tomarse como una broma macabra a la altura del “Arbeit Macht Frei” en la puerta de entrada del campo de exterminio de Auschwitz.

Los presos, organizados, decidieron organizar la fuga. Esta fue discretamente planeada por un reducido grupo de presos que usaron el Esperanto para comunicarse para evitar que los guardias, los funcionarios y otros presos descubrieran sus intenciones. Esperaron a la noche del 22 de mayo, domingo, por ser el turno con menos guardias en la prisión. Cuando un funcionario y un guardia entraron en una de las galerías para repartir la cena, los presos se abalanzaron sobre ellos y los desarmaron. Dos de los presos se vistieron con los uniformes del guardia y el funcionario y acompañados por un grupo reducido de presos fingiendo un traslado rutinario se dirigieron a través del patio al resto de galerías y fueron reduciendo a los guardias y funcionarios, consiguiendo las llaves de la prisión. Los guardias reducidos fueron maniatados y tratados con respeto y solo uno de ellos murió de un golpe en la cabeza cuando intentaba dar la voz de alarma a sus compañeros. Otro, un centinela del exterior consiguió escapar y llegar a Pamplona para dar la voz de alarma, lo que precipitó el fracaso de la fuga.

Muchos eran los presos que no tenían conocimiento del plan de fuga y oían gritos de “¡¡¡las puertas del penal están abiertas, sois libres!!!” y “¡¡¡a Francia, a Francia!!!!” y pensaron que era una trampa y que los guardias les dispararían por la espalda cuando corrieran ladera abajo. El desconcierto era general y cuando los últimos presos cruzaban la puerta del fuerte, los focos de sus perseguidores ya se veían subiendo por las laderas del monte. 795 de los 2400 presos consiguieron atravesar los muros en la que fue una de las mayores fugas de la Historia. El resto no tuvo tiempo de hacerlo o simplemente pensaron que la fuga les conduciría a una muerte segura. No pasaron 2 horas desde que los primeros guardias fueran reducidos hasta que llegaron a la prisión la guardia civil y los requetés e hicieron formar en el patio, desnudos, a los presos que encontraron allí. “los brigadas del patio nos pusieron a todos contra la pared y enfrente los guardias civiles con las ametralladoras. Y nosotros ¨coño, joder, qué va a pasar ahora¨ pero no, al final no mataron a nadie”.

Si bien la forma en la que consiguió hacerse con el fuerte había sido bien planeada, no lo fue la fuga en sí y los fugitivos corrían en desbandada por las laderas de un monte desconocido para la mayoría de ellos. con la llegada de la guardia civil se fueron disgregando en grupos cada vez más pequeños para evitar ser descubiertos. Esa misma noche 259 fugados fueron abatidos o detenidos. El día 24 la cifra ya era de 445. El goteo de fugitivos recapturados fue constante entre los últimos días de mayo y los primeros de junio, hasta que el 14 de agosto es capturado Amador Rodríguez Solla en los alrededores del fuerte. Había sobrevivido casi 3 meses solo en el monte, oculto en una cueva y alimentándose de caracoles, ranas y hierbas sin haber visto la oportunidad de emprender la huida hacia Francia, motivo por el que sus compañeros de reclusión le pusieron el apodo de “Tarzán”. En total, 207 presos murieron en la fuga. Al resto se les aumentó la pena en 17 años excepto a los 14 considerados cabecillas de la fuga que fueron fusilados públicamente el 8 de septiembre en los muros la Ciudadela de Pamplona: Teodoro Aguado Gómez, Gerardo Aguado Gómez, Bautista Álvarez Blanco, Calixto Carbonero Nieto, Antonio Casas Mateo, Daniel Elorza Ormaetxea, Antonio Escudero Alconero, Ricardo Fernández Cabal, Francisco Herrero Casado, Francisco Hervas Salomé, Primitivo Miguel Frechilla, Miguel Nieto Gallego, Rafael Pérez García y Baltasar Rabanillo Rodriguez. Leopoldo Pico, dirigente del Partido Comunista en Bilbao y principal cerebro de la fuga fue ejecutado extrajudicialmente en el fuerte nada más ser capturado. Nunca apareció su cadáver. Tras la fuga, los presos constataron una momentánea mejora en sus condiciones de vida y tanto el director como el administrador de la prisión fueron destituidos por malversación de fondos al haber vendido la comida destinada a los presos.

Monumento homenaje a los fugados del fuerte

Solo 3 de los fugados llegaron a la ansiada frontera francesa: Jovino Fernández González, Valentin Lorenzo Bajo y José Marinero Sanz. Los tres lo hicieron caminando y alimentándose de noche y ocultos durante el día. Los tres dieron ejemplo de militancia antifascista y volvieron a España para continuar su lucha contra Franco. Jovino tardó 12 dias en llegar a Francia con la ayuda de un pastor navarro. Con el fin de la guerra le llegaría el exilio definitivo, primero en Argeles y después también en el campo de Saint Cyprien. Murió en 1995 en Decazeville (Francia). Valentin y José, con un disparo en la pierna izquierda, recorrieron los apenas 45 kilómetros que les separaban de Francia en 9 dias, el 31 de mayo, y el 3 de junio ya estaban en Barcelona dispuestos a empuñar las armas y fueron asignados al cuerpo de Carabineros.

Al finalizar la guerra Civil, ambos se exiliaron en Francia, donde Valentín se reencontró con su esposa y donde permaneció hasta su muerte en Burdeos en 1986. José zarpó hacia Mexico un año después de la fuga que le dio la libertad, país en el que se estableció y formó una familia hasta su muerte en Puebla de Mexico en 1963. José Valentín y Jovino nunca volvieron a verse.