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Yo nunca. Yo jamás. | Por Lola Zehínos

| El 87% de los contenidos multimedia audiovisuales contienen material sexista

▼ | El sistema es masculino, la sombra es masculina 

▼ | 22 las mujeres asesinadas desde que empezó el año


Por Lola Zehínos

Según estadísticas oficiales el 87% de: publicidad, contenido televisivo o radiofónico, música, cine, arte, y demás medios audiovisuales contienen material sexista y/o machista. Con esta premisa ya podría terminar este escrito, pero quiero ahondar más en algo que, a simple vista, parece no tener la importancia necesaria para tomarlo como algo relevante, pero creedme, la tiene. No lo digo yo, yo no soy nadie, lo avalan miles de estudios encargados de medir estas “cosas irrelevantes” durante décadas. Psiquiatras, psicólogos, sociólogos y demás expertos en la materia que llevan unos cuantos años avisando del peligro que esto conlleva. Son los mismos estudios que afirman que, al contrario de lo que se pueda pensar, este contenido, lejos de menguar, ha evolucionado a un crecimiento alarmante, entre otras cosas, gracias a internet y las redes sociales, por la facilidad de viralización de la que pudiera ser la noticia más absurda y falsa del mundo. Cualquiera, todo vale, todo es verdadero, todo es fake, todo tiene respuesta, nada es real. Podría decirte que una ardilla se pinta las uñas de rojo, y tú ni si quiera podrías estar seguro de si esto es cierto o no, puede que incluso lo busques, y hasta puede que encuentres algo relacionado con esta anécdota que (os lo aclaro ya para ahorraros tiempo) me acabo de inventar.

Actualmente, todos estamos expuestos a estos medios, sea de la forma que sea, o viendo un monólogo o sketch de humor, escuchando una canción, viendo una película, mirando una revista, leyendo esta web, y así un largo etcétera que podría durar horas. Creemos que elegimos lo que vemos, oímos o leemos, pero eso es bastante difícil si se parte de la base de que impera ese 87% de todo el contenido. Así que ¿dónde queda ese 13% que al parecer ofrece una visión igualitaria, respetuosa y prácticamente educacional dentro de los medios? Ya te lo digo yo, relevada, de difícil acceso, escondida, luchando por emerger entre titanes, un arbusto entre un bosque de eucaliptos. Requiere un esfuerzo encontrarla, requiere de ganas saber la otra verdad, la que no te cuentan,
requiere salir de nuestra famosa “zona de confort”, donde todo lo sabemos, lo hemos mamado de una gran teta que nada tiene de maternal. Nacimos con esa leche, y esa leche es la que nos ahoga. La mala leche.

Aquí ya subyace el inconsciente colectivo que, tarde o temprano, en un bar, en la calle, en las redes o en casa, termina emergiendo, en menor o mayor medida, en nuestra vida diaria y, en general, en la sociedad entera, al cobijo de la gran sombra que el Sistema nos brinda.

Lejos de pensar, repensar, de cuestionar, cuestionarnos, aprehender, … nos hemos acomodado en un sistema que es obvio no funciona, y jamás llegará a funcionar, porque, todo este sistema que tanta sombra nos da en verano y tanto calor en invierno, es el mismo que perpetúa la situación que encabeza este escrito. Es el mismo que sigue teniendo a la mitad de la población mundial por debajo de la otra mitad. El sistema es masculino, la sombra es masculina, y ahí estamos nosotras, unas más privilegiadas que otras, pero todas mujeres, al fin y al cabo, con las cabezas gachas, la gran mayoría, aceptando el hecho de que nos ha tocado la parte mala, pidiendo disculpas por ser mujer, por ser piropeadas, por ser cosificadas, por ser ninguneadas, por ser violadas, torturadas, maltratadas, asesinadas. Saliendo a las calles cuando ya estamos agotadas porque, me han violado, porque han pegado a mi prima, porque han manoseado en plena calle a mi amiga, porque han asesinado a un chica de mi pueblo. Cansadas, hastiadas, gritando a voces para que se nos escuche la mitad que a un hombre hablando. Un par de días al año, dos o tres manifestaciones de repulsa, una decena de mujeres en huelga de hambre, pero nada cambia. Hemos salido de nuestras casas para pedir respeto, ese respeto que no tenemos en casa, ni en el trabajo, ni criando, ni en la calle, ni dirigiendo, ni presidiendo.

 

¿Y si digo que, a día de hoy, 8 de marzo, ya son 22 las mujeres asesinadas por violencia machista en nuestro país, desde que empezó el año? Repito, 22. Han pasado dos meses y ocho días. Se supone una media oficial de 70-80 mujeres asesinadas por violencia machista al año en nuestro país, y una media, también oficial, de una denuncia cada 7 horas por violación. ¿Y si os digo que las cifras de mujeres asesinadas es casi el doble? Los juicios inacabados al terminar el año no entran dentro de la estadística oficial. ¿Y si os digo que la media real es de unas 120-130 asesinadas? ¿Y si además os digo que en esas cifras no se contempla como violencia de género (no entran en las estadísticas) las asesinadas que no tuvieran o hubieran tenido una relación sentimental con su asesino? ¿Un hijo o una hija? ¿Una prostituta? ¿Una dependienta? ¿Una mujer transexual? ¿Una camarera? ¿Una lesbiana? Esas mujeres que también están masacrando por el simple hecho de ser mujeres, pero a las que no se les llega a catalogar como tales, porque era su oficio, porque sabían a lo que se exponían, porque deberían haber tenido más cuidado, porque ya se sabe que a mucha gente no le gusta la transexualidad, porque de todos es sabido que una bollera sólo necesita una buena polla para saber lo que es bueno. Esas excusas baratas para mantener nuestra conciencia tranquila. ¿Y si además os digo que sólo el 40% de las mujeres violadas denuncia? ¿A cuánto ascenderían los números? Buscad en el diccionario la palabra TERRORISMO, mientras nosotras seguimos culpándonos por ser mujeres. 




Y aquí estamos, con pedagogía y letra pequeña, intentando día a día enseñar los dientes que aún no nos han partido, usando nuestras cicatrices cual banderas, medicándonos, con trastornos mentales, con fobias, miedos y manías, las histéricas, las feas, las amargadas, hembristas y feminazis, porque en eso nos convertís cada vez que decís: Yo nunca, yo jamás. 

A todas las mujeres las han piropeado inadecuadamente por la calle. Pero tú nunca has sido, tú jamás. Todas las mujeres han tenido algún incidente de tipo sexual alguna vez en su vida. Pero tú nunca has sido, tú jamás.

Casi todas las mujeres se han sentido maltratadas de una u otra forma por su pareja alguna vez en su vida, pero tú no has sido, tú jamás. Casi todas las mujeres afirman haber sido abusadas en espacios públicos, ya sea por palabra o físicamente, alguna vez en sus vidas, pero tú no has sido, tú jamás. Hay más mujeres asesinadas que víctimas de ETA, pero qué locura, eso sí que no, tu no has sido, tú jamás.

¿Y si tú no has sido, ni tu hermano, ni tu padre, ni tus amigos? Ese famoso “not all men”. ¿Quién ha sido? Algo falla en las estadísticas, o algo falla en vuestras palabras. Y es que es difícil, es difícil revisarse, es difícil aceptar que tú te has callado alguna vez cuando has presenciado algo, que tú has podido abusar de tu poder en una relación, que tú has cosificado a una mujer, que ni si quiera la escuchabas cuando hablaba porque tu interés era sexual, es difícil pensar que te has equivocado, porque tú friegas los platos, y tú sacas a tus hijos de paseo, porque tú tienes amigas, porque tú no eres ese monstruo. Pues bienvenidos a la realidad, los monstruos sólo existen en los cuentos, y esto se parece más a una pesadilla que tenemos despiertas.

Acéptalo, no reniegues, evoluciona, no es malo, cambia, levanta tu voz, eres parte de esa mitad de la población, posiciónate claramente, es el momento de abandonar la cobardía, es el momento de levantarte del sofá.

PORQUE TÚ SÍ.
TÚ. CADA DÍA.


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