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Rajoy no habla en estos días porque es de esa "mayoría silenciosa que no se manifiesta"


La olla está rebosando pringue, demasiados garbanzos podridos, demasiado chorizo. No tiene nuestro presidente Mariano Rajoy manos suficientes para tapar todos los aceitosos géisers de corrupción que están estallando en pleno final de su legislatura. Un cocido elaborado desde principios de su embustero programa electoral, unas reformas bien arraigadas en un huerto de mangantes, ladrones, magnates del sillón público usando su papel como bisagra para llevarse las arcas de todos a lo privado. 


No es posible a estas alturas ya (y en mi opinión tampoco lo fue hace mucho  tiempo atrás) evitar sentenciar a las siglas del PP como sinónimo de un partido político que siempre olió a chamusquina, la entereza de sus sonrisas enchaquetadas con aires de reforma contra-crisis del país ante los desastres de gobiernos socialistas, siempre estuvieron cimentadas sobre las oscuras tramas de antaño, la privatización de lo público practicada como tarea ocupacional para inyectar una sobredosis de enriquecimiento a gran parte del sector del amiguismo político y el colegueo de élite, el elegido a dedo por la Santísima Orden del Antojo del que ocupa tronos más poderosos, y todo esto, bajo el confuso saco de lo legalmente democrático y el amamonamiento colectivo de los que les importa un bledo lo que hagan aquellos a los que votaron, bien por ignorancia o por capullismo severo. 

La Operación Púnica es la última copa ganada por los genoveses. Francisco Granados jugaba de titular, dueño y señor del área de su cortijo político, su hábil desenvoltura para esquivar los impedimentos para su beneficio le valía para ser el ojito derecho de la seleccionadora, Doña Espe Aguirre. Apariciones televisivas dando la cara, que es lo único que tiene, mucha cara, además de mucho dinero, soltando sus valientes mentiras maquilladas de humildes declaraciones, cual rata mantenía cuenta en Suiza callándolo sin remordimientos. Qué fácil les es mentir, y que fácil nos es dejarnos mentir. 

Pero Génova 13 también calla. Y Mariano también. Guarda omertá con tacto siciliano. Es un silencio que nos cabrea, y que entendemos como una sospecha casi resuelta, de que en esa sede no ignoran nada de lo que ocurre. Lo sabían todo, porque formaban parte todos, o casi todos. Es imposible no sentir repugnancia cuando callan frente al escándalo o cuando declaran desde el atril con una respuesta aún más cínica que su cobarde silencio. Es el silencio o la mentira. La carta no tiene más caras. Se les ha derramado tanto ingrediente reconocible de su cocido hirviendo, que la receta de su éxito está más que visible, a los ojos de todos. 
Su lista de corruptos imputados es tan larga como el número de días de silencio. La presidencia ha huido. La presidencia ha abandonado a la población, y la inquieta, porque mientras menos días tenga un blanco al que apuntar, más duradero será el mandato y menos fuerza tendrán las críticas y los duros reproches que alcancen a dañarlos.

La frikada de su cobarde aparición detrás un plasma mutó a las ruedas de prensa sin preguntas, los recortes de todo el abanico de medidas anti-crisis incluía también el de sus respuestas. Austeridad de la información y del deber de cualquier Gobierno, al menos, que presuma de democracia. Ahora han mutado de nuevo: hacia el silencio. Callar hasta que escampe. Callar como los buenos españoles de a pie que no recurren a esas protestas perroflautistas y esas huelgas rojas organizadas por vagos, como los homenajeaba desde aquella visita a Nueva York. En Octubre de 2012, el portavoz del gobierno Carlos Floriano hacia estas declaraciones: "España no está para huelgas generales". Rajoy no habla en estos días porque es de esa "mayoría silenciosa que no se manifiesta". Es el buen español. Vosotros calláis y aguantáis la crisis para que los que se enriquecen lo sigan haciendo. Él calla para hacer que los que se enriquecen además de él, no tiren de la manta con la que también se tapa.

Me lo imagino en su despecho cual duda shakesperiana: "Comparecer o compadecer, esa es la cuestión". 


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