La gran estafa jamás contada de los calamares fritos de Power Balance
Comenzaba entonces el calvario para los magnates del invento cuyas millonarias ventas les proporcionarían unos márgenes de beneficios más amplios que el tendedero de Falete. El declive de la gallina de los huevos de oro empujaría a un buen puñado de consejeros a dimisiones con la fuerza de un tsunami entrando en los despachos. Las pulseritas, fabricadas únicamente con goma y una chapita que refleja colores, fueron vendidas durante años como un producto milagroso que hacía más fuerte a sus consumidores. ¿Sugestión mental = éxito de la campaña de marketing? La gente por naturaleza es tonta y floja, o ¿acaso lee los ingredientes del primer potingue del que echan mano en las estanterías de los supermercados?
A falta credibilidad, golpe de talón bancario al famoseo y zas!, ya tienes a Kobe Bryant y Ronaldo luciéndola en directo. PUES OS LA METIERON DOBLADA. Pero el fraude de las pulseras energéticas de plástico no quedaría ahí. La trama iba a extenderse un poco más, antes del desenlace donde miles de consumidores se quedaron con la cara de gilipuertas: No solo la compraron, sino que presumían de ella y la recomendaban a sus familiares y vecinos. Un ridículo inolvidable.
Tras dos años recurriendo la demanda por diversos procesos, la compañía propietaria de PowerBalance fue condenada a pagar una suma tan millonaria, que el depósito donde se zambullía el Tío Gilito quedaba a la altura de una mierda. La marca, por entonces, había gastado gran parte de sus ganancias en mariscadas y no contaba entonces con una cifra económica suficiente en sus arcas para afrontar la devolución de la condena.
Fue entonces cuando Juan Dalton, jefe de la administración de la sede que la compañía tenía en Dallas, y tras urgentes reuniones con la directiva, procuró ejecutar un plan de evasión del marrón que les libraría de convertirse en deudores de por vida de la Justicia no sin el sacrificio de meter de nuevo los pies en un nuevo charco de fango del fraude.
Las solución consistía en acotar un circuito mercantil en el que abrir sus ventas clandestinamente, y ojo a esto, no hacia el sector del producto deportivo sino culinario.
Dalton planificó una amplia red de establecimientos en Europa que aceptasen la compra de las pulseras como un grandísimo y suculento cargamento de calamares frescos y de primera calidad para restaurantes y hoteles. La idea era ingeniosa y perfecta, solo si el comprador era gilipollas, claro. Y como en este mundo hay gente para todo, funcionó. En tan solo 14 meses, Dalton y la compañía consiguieron vender el 89% de todo su almacén de pulseras como calamares falsos deshaciéndose así de un montón de plástico inútil y que les llevó a ganar el dinero suficiente para apoquinar la indemnización en fracciones pactadas con la Justicia.
Fue entonces cuando Juan Dalton, jefe de la administración de la sede que la compañía tenía en Dallas, y tras urgentes reuniones con la directiva, procuró ejecutar un plan de evasión del marrón que les libraría de convertirse en deudores de por vida de la Justicia no sin el sacrificio de meter de nuevo los pies en un nuevo charco de fango del fraude.
Las solución consistía en acotar un circuito mercantil en el que abrir sus ventas clandestinamente, y ojo a esto, no hacia el sector del producto deportivo sino culinario.
Dalton planificó una amplia red de establecimientos en Europa que aceptasen la compra de las pulseras como un grandísimo y suculento cargamento de calamares frescos y de primera calidad para restaurantes y hoteles. La idea era ingeniosa y perfecta, solo si el comprador era gilipollas, claro. Y como en este mundo hay gente para todo, funcionó. En tan solo 14 meses, Dalton y la compañía consiguieron vender el 89% de todo su almacén de pulseras como calamares falsos deshaciéndose así de un montón de plástico inútil y que les llevó a ganar el dinero suficiente para apoquinar la indemnización en fracciones pactadas con la Justicia.
POWERMARES Y CALABALANCE
Así que ya lo ven, desde 2012 una amplia guía de restaurantes repartidos mayormente en la península ibérica, ofertan en sus cartas de menú un suculento plato del preciado marisco mediterráneo con cierto sabor a petróleo ("es que sabe a tinta" dicen todavía algunos gilipollas"), con nombres aparentemente cutres como "Calamares Balance" y "Power Calamares", es tan poco sospechoso, ¿verdad?. El paladar de personalidades del mundo gastronómico se ve engañado por la confianza depositada en esos restaurantes que son catedrales de la cocina.
El número de casos de personas en los servicios de urgencias por duras indigestiones del calamar sintético creció alarmantemente durante 2012 y 2013. El mundo culinario era un espectáculo entre ancianos "cagándose en la madre que parieron los calamares" tras 25 minutos mordiendo el pedazo de plástico, clientes daltónicos incapaces de ver lo que a duras penas estaban degustando. Una mierda de plato, un deleite fraudulento, unos calamares más duros que un álbum triple de Rosendo.
En la actualidad la Interpol busca a los responsable de esta doble estafa. En 2013, fuentes policiales apuntan que John Dalton fue visto por última en Marbella sobre una tumbona, pero los dos policías que le localizaron se abandonaron la operación porque era tarde y les cerraban el Mercadona.
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